Volver al futuro

Siempre tomado de la mano. Sea de la suya o de la suya (que en este caso son distintas). Era un acto casi mecánico, abrir la puerta y tomarme de una mano, buscarla casi desesperado, y esa mano, que bien podría ser una izquierda o una derecha u otra izquierda u otra derecha, estaba ya lanzándose sobre la mía. Nunca solo en casa. Me recuerdo asustado, escondido bajo la cama, desgastando cada una de las uñas estrictamente recortadas, esperando sobrecogido que suene la puerta y grite tembloroso “¿eres tú?”, rogando (¿a quién?) por respuestas afirmativas. Backstage alucinado. Nunca solo en casa. Escuchando música de a dos, casi nunca de a tres, excepcionalmente de a cuatro. “Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron…sobreviviendo dije, sobreviviendo”, “Búsquenme, me encontrarán en el país de la libertad”, “Hace calor, hace calor, yo estaba esperando que cantes mi canción…”, “Sólo le pido a dios que lo injusto no me sea indiferente”, “Matador, te están buscando matador!”, “Yo para arriba volteo muy poco, tú para abajo no sabes mirar”. Escuchando música de a dos (o tres o cuatro), cantando de a uno. ¿Vas a ir a verme? Sí, ¿a qué hora juegas? A las tres. ¿Dónde? Los Palitos. Patea de lejos, tú pateas bien, de cinco que patees una va a entrar. Ya. Suelta la pelota. Ya. Jugaste bien, pero estás muy gordo, tienes que bajar de peso. Ya. ¿Vas a ir a verme? Sí, ¿a qué hora juegas? A las nueve de la noche en el Coliseo Arequipa (voy ahorrando las preguntas). Tienes buena defensa, te falta ataque. Ya, pero ganamos. Eso no importa.

Voy buscando, hoy como ayer, hoy más que ayer, la mano que coge la mía, que prende la luz, que pone play, que me acaricia la cabeza mientras sentencia que ganar no importa. Busco una mano. Cualquiera de las cuatro.