En su última columna dominical, Augusto Álvarez Rodrich (AAR) afirma que la alianza de Fuerza Social con el Movimiento Nueva Izquierda, Tierra y Libertad y la Democracia cristiana “constituye un registro de la vocación suicida de un partido joven que pudo representar la izquierda moderna que el Perú requiere”. Él sabe lo que el país necesita: una izquierda moderna. La izquierda moderna, según AAR, no es democrática en sí misma, a menos que pretenda ser redundante al afirmar que “esta alianza no le aporta votos a FS y desvirtúa la identidad con la que se asomó en la elección municipal, en el sentido de ser la izquierda democrática y moderna que el Perú requiere”. AAR afirma también que “la vinculación (de FS) con Patria Roja (…) es tentación por la onda retro, transmite un deja vu con la izquierda atrasada”. ¿Será entonces que la izquierda moderna se define conceptualmente en oposición a la izquierda “atrasada”? En cualquier caso, AAR parece querer afirmar que ser atrasado es igual –entre otras cosas- a ser marxista. Y eso no es todo. Quizás lo más sorprendente es que ya no solo argumenta, sino que predice el futuro: “FS va a perder su inscripción electoral”; “FS ha optado por fracasar antes de empezar. Es el fin”. No recuerdo haber leído antes en sus columnas ese nivel de seguridad sobre el futuro.
Si bien el artículo de AAR contiene una serie de afirmaciones (y predicciones) discutibles, quisiera centrarme únicamente en aquellos párrafos que he citado, en los que dos cuestiones parecen quedar claras para AAR: 1) que el Perú necesita una izquierda moderna y 2) que el marxismo es sinónimo de atraso. Quisiera discutirlos por separado, aunque la línea argumentatoria de AAR impida hacerlo fácilmente.
Lo primero, y fundamental en este caso, es definir a la izquierda moderna. Algunos parecen entender la modernidad en este lado del espectro –en el plano económico- como el asumir las bondades del mercado para asignar de forma eficiente los recursos, regular las “imperfecciones” que se puedan generar en torno a él y redistribuir la riqueza a través de programas sociales eficientes y bien focalizados. En los primeros dos casos, se trata de ser “la izquierda que la derecha quiere”, la que no toca un modelo de crecimiento incapaz de generar desarrollo (el último informe el PNUD brinda algunas luces al respecto). Según mi propia percepción, ser de izquierda moderna significa, mas bien, participar en la construcción de un modelo económico inclusivo, que garantice la diversificación productiva del país, el respeto de los derechos laborales, el apoyo técnico a los pequeños productores agrícolas, la protección de los recursos naturales y el medio ambiente en un contexto de crecimiento sostenido. Significa también la defensa de las libertades individuales (y también de las grupales) que debe ser resultado de una autocrítica sobre las desviaciones que significaron el stalinismo y el burocratismo de las experiencias de “socialismo real”. La izquierda moderna debe ser democrática, debe ser producto de las expectativas y las decisiones de los hombres y mujeres a los que pretendemos representar.
Finalmente, y ésta a lo mejor es una discusión más académica que política (recalco el “a lo mejor”), conviene discutir el por qué se asocia al marxismo con el atraso. El marxismo es, en principio, un aparato teórico-científico y, como tal, es una forma útil para abstraer la complejidad de los procesos económicos y sociales e intentar comprenderlos para transformarlos. Evidentemente, el marxismo, como cuerpo científico, no es un recetario ni mucho menos un manual, sino un instrumento de aproximación a realidades específicas, tanto espaciales como temporales. Por su propia naturaleza, el marxismo no puede ser considerado retrógrado ni atrasado, pues su carácter dialéctico e histórico lo vuelve dinámico. Es precisamente esta característica la que nos permite a los marxistas -o los que intentamos serlo- tratar de entender qué pasa y cómo podemos cambiarlo. Con ese mismo énfasis, no podemos negar que muchos militantes y dirigentes de partidos socialistas y comunistas no han entendido aún -o no han querido entender- el espíritu del marxismo (por eso mismo la discusión y renovación han de ser deberes permanentes en nuestras organizaciones). Y esa falta de comprensión no puede ser utilizada como argumento para rechazar una alianza o afirmar que esa alianza es una torpeza.
Los marxistas también queremos ser modernos, pero déjennos construir nuestra modernidad. Esa lucha está dentro y fuera de nuestros partidos. No pretendan imponernos etiquetas y significados, ni vengan a decirnos cuál es la izquierda que ustedes quieren que seamos, la que les gusta, la que mejor les acomoda. La diferencia entre una izquierda moderna y la otra no está únicamente en la enumeración, sino fundamentalmente en la dinámica de los procesos: la izquierda moderna que la derecha quiere es una izquierda estática (que de ahora en adelante no cuestione el modelo de crecimiento), mientras que la que debiéramos construir es una izquierda que asuma su papel según el contexto histórico. El Perú necesita una izquierda moderna, efectivamente, y esa modernidad está marcada, en este momento, por la construcción de una alternativa diferente a la neoliberal. Esa claridad nos la da el análisis marxista.
No queremos ser la izquierda que se olvidó de los pobres. La que se olvidó de sus principios. Ni hoy, ni nunca. Esa es la gran tarea de la juventud.
1 comentario:
Hola Gonzalo me gustaría que impartas desde tu blog clases de marxismo econométrico... se llama economía para dummies y no guarda relación con lo q escribes regularmente... De otro lado, te sugeriría que cambies el color y el tema del blog a uno que sea más amigable para leer... Gracias espero no tomes a mal mis comentarios... cuidate un abrazo está bueno tu blog... baygon... me llamo Max Marcos el flaquis
Publicar un comentario